Desde la entrada del templo de Zojoji, nos decantamos por un agradable paseo hasta los jardines del Palacio Imperial de Tokio por la Hibiya Dori, una amplia avenida con pinta de ser zona de negocios, que nos llevaría hasta lo que es el gran pulmón verde del centro de Tokio.
Nos habían recomendado que, además de conocer la ciudad y sus monumentos, no nos olvidáramos de mirar a la gente y fijarnos en sus gestos y costumbres. Nuestro paseo por esta zona fue una buena oportunidad para hacerlo. Las calles iban surcadas por oficinistas clónicos, idénticos a los que nos habíamos encontrado en el metro por la mañana. Todos cortados por el mismo patrón: su traje oscuro -casi siempre negro, con la única libertad de algunas finas rayas grises en los casos más atrevidos-, camisa blanca lisa o rayada, corbata de color oscuro y siempre con una cartera negra de mano en la que vete a saber qué llevarían.
Parques en Tokio
El paseo resultó agradable, más aún cuando nos desviamos un poco del camino hacia el Palacio Imperial de Tokio para entrar por el parque de Hibiya, sentarnos junto al estanque para descansar un poco y acercarnos a la exposición de crisantemos y plantas que, al igual que nos encontramos en otros parques de la ciudad, estaban cuidadosamente presentados y expuestos al público.
Tokio nos sorprendió agradablemente por la cantidad de parques y zonas verdes que existen en mitad de la ciudad: Hibiya, Shinjuku, Yoyogi, Ueno. Unos más grandes y otros algo más pequeños, pero siempre relajantes en una ciudad con tanto bullicio.
El Palacio Imperial de Tokio y la zona de edificios públicos
Ya nos habían advertido que el Palacio Imperial de Tokio sólo abría dos días al año -en Año Nuevo y para el cumpleaños del Emperador-, por lo que tener que quedarnos en los jardines no nos supuso ninguna frustración. Desde allí no es que se pueda ver mucho del Palacio, apenas algún edificio aislado y los jardines y el foso que lo rodean, pero no deja de ser un lugar emblemático del centro de la ciudad.
A su alrededor, aparece una zona donde se concentran buena parte de los ministerios y edificios públicos, que concluye al llegar al edificio de la Dieta -el Parlamento-. No es una zona especialmente bonita o llamativa, pero no deja de ser curioso rodearla por el paseo que discurre junto al foso de agua que separa el complejo del Palacio Imperial del resto de la ciudad.
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