Abadía de Kylemore

Dentro de los espectaculares paisajes que nos depara la región de Connemara– cerca de Galway, en el Oeste de Irlanda-, la Abadía de Kylemore y sus alrededores son una de las paradas obligadas. La Abadía de Kylemore y su más espectacular palacio adyacente junto al lago forman un pequeño complejo monumental en medio de un paisaje idílico.

La región de Connemara (como ya os contamos en este artículo) ofrece algunos de los mejores paisajes del Oeste de Irlanda. Llena de colinas, valles y lagos, un recorrido por sus carreteras estrechas y bacheadas por entre antiguas turberas es una excursión imprescindible si vamos a Irlanda en busca de los paisajes verdes que nos vienen a la cabeza a la hora de pensar en el país.

Connemara

Paisaje de Connemara, en las proximidades de la Abadía de Kylemore.

Connemara nos ofrece las imágenes que esperamos ver en Irlanda. Tanto es así que, incluso, en un desvío en mitad del camino de Galway a la Abadía de Kylemore, encontraremos el puente donde se rodaron algunas escenas de la mítica película El hombre tranquilo, dirigida por John Ford y protagonizada por John Wayne, que ha sido vista durante décadas como representativa de la esencia de la Irlanda rural y tradicional.

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La Abadía de Kylemore

En esa sucesión continua de paisajes, colinas, lagos, riachuelos y algunas ovejas pastando tranquilamente junto a ellos que es la región de Connemara, la aparición repentina del edificio de la Abadía de Kylemore después de la enésima curva resulta aún más llamativa. De lejos, lo que más destaca es el edificio del palacio vecino a la abadía, con sus muros blanquecinos con pequeños torreones en gris.

Abadia Kylemore

La Abadía de Kylemore, entre el lago y la colina.

Es un lugar turístico, así que no tenemos la posibilidad de verlo solos, aunque sí disfrutamos de una visita guiada en la que se nos cuenta como la Abadía de Kylemore, además de albergar bellísimos edificios, tiene tras de sí una triste historia de amor que ha hecho que se la conozca como el «Taj Mahal Irlandés«.

El complejo de la Abadía de Kylemore tiene su origen en el castillo que un rico comerciante inglés, Mitchell Henry, ordenó construir como regalo para su mujer a mediados del siglo XIX. Sin embargo, poco tiempo después de su construcción, ella murió en un viaje a Egipto. Para honrar su memoria, el dueño decidió construir una pequeña iglesia de estilo neogótico en su memoria.

Abadía de Kylemore

Iglesia neogótica de la Abadía de Kylemore.

Como la vida da muchas vueltas y el dueño no quedó emocionalmente muy bien tras el fallecimiento de su idolatrada esposa, la propiedad de estos edificios situados frente a un enorme lago y rodeados de bosques fue pasando de unas manos a otras hasta que unas monjas benedictinas crearon un internado en el complejo que se mantuvo en funcionamiento hasta hace muy pocos años. Las monjas siguen viviendo en él y se dedican a la fabricación de jabones y mermeladas artesanales, entre otros productos.

El palacio, la Abadía y el jardín

Todo el complejo de la Abadía de Kylemore es un lugar bellísimo para visitar dentro de una región cuyos paisajes tienen algo de mágico.

Podemos comenzar la visita en el palacio de la Abadía de Kylemore, cuyo interior se ha conservado como museo con el mobiliario y la decoración típicos de la época en la que el palacio vivió su mayor esplendor -las últimas décadas del siglo XIX-. Allí podremos visitar algunas de las 70 salas y habitaciones que tenía el palacio y conocer algo mejor cómo eran las costumbres de una casa de lujo de la época y la historia tanto del comerciante y político que lo ordenó construir como de su fallecida esposa.

Abadia de Kylemore

Interior del palacio de la Abadía de Kylemore.

Desde allí, caminamos a pie los cerca de 800 metros que nos separan de la pequeña iglesia neogótica que Mitchell Henry ordenó construir en la Abadía de Kylemore en memoria de su fallecida esposa. Que nadie espere una gran iglesia. Es, básicamente, una pequeña capilla íntima y muy agradable, que sirvió como mausoleo a la familia Henry y hoy es la iglesia de la Abadía.

Abadia Kylemore

Interior de la iglesia neogótica de la Abadía de Kylemore.

Durante el recorrido, por una senda preciosa entre árboles que bordea el lago, podemos ver a un lado la residencia de la Abadía de Kylemore donde residen hoy la comunidad de monjas benedictinas. En el pasado, convirtieron el colegio en un internado para niñas, pero los tiempos cambiaron y la escuela cerró, aunque las monjas siguen viviendo en la Abadía dedicándose a fabricar productos artesanales como jabones o mermeladas.

Finalmente, a un par de kilómetros de los edificios principales se encuentran los Victorian Gardens, que también forman parte del complejo de la Abadía de Kylemore y que también merecen una visita. Podemos llegar en un pequeño paseo de unos 20 minutos o utilizando alguno de los autobuses que nos llevan a ellos desde el edificio principal. Junto a los jardines, además, hay un salón de té donde podemos degustar los típicos scones, pequeños bizcochos similares a unas magdalenas.

Victorian Gardens Abadía Kylemore

Victorian Gardens en el complejo de la Abadia de Kylemore.

Llegar a la Abadía de Kylemore

La Abadía de Kylemore está bastante aislada en mitad de los valles de Connemara, por tanto, la mejor opción para llegar hasta ella es utilizar el coche particular. Si decidimos alquilar uno, hay que tener en cuenta que en Irlanda se conduce por la izquierda. Las carreteras son estrechas y bacheadas, pero no demasiado malas.

La opción más cómoda para visitar la Abadía de Kylemore desde Galway es con alguno de los tours organizados en las regiones de Connemara y Galway. Éste tour de Connemara que incluye la Abadía de Kylemore es de los más recomendados.

Si queremos ir en transporte público, tenemos algunas opciones un poco complicadas. Hay un autobús (la línea 419 en invierno y 421 en verano de Bus Eireann) que hace el recorrido entre Galway y Clifden. Desde Clifden hay unos 20 kilómetros hasta la Abadía de Kylemore, así que tendremos que tomar un taxi.

Alguno de estos servicios de autobús se prolongan hasta una localidad llamada Letterfrack, a unos cinco kilómetros de la Abadía de Kylemore, hasta donde si la lluvia nos respeta, podemos caminar en aproximadamente una hora. Ojo, eso sí, a los horario de vuelta de esta línea.

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